La casa-grande fue casa de habitación, vivienda o residencia del señorío en las propiedades rurales de Brasil colonial a partir del siglo XVI. Todo en el ingenio giraba en torno de la casa-grande, siendo ella una especie de centro de organización social, política y económica local. En Brasil colonial, la casa-grande era estratégicamente construida cerca al ingenio propiamente dicho (fábrica), la senzala (lugar donde viven los esclavos), la casa de la harina y la capilla. Algunos sociólogos creen que la distribución espacial de las construcciones en los ingenios posibilitaba mayor convivencia entre las diferentes clases sociales, lo que habría vuelto la experiencia de la colonización brasileña diferente de otras.
En aquella época, el poder y la riqueza de los dueños de ingenios eran demostrados a través de lujosas vestimentas y del gran número de esclavos que poseían. Había una preocupación mayor con la apariencia de que con la vivienda o la alimentación. Las casas-grandes de los primeros ingenios eran modestamente decoradas. Se usaban hamacas y colchones para dormir, taburetes y bancos para sentarse. En la cocina, los utensilios eran cerámicas indígenas, objetos de estaño, plata y vidrio.
El colonizador portugués no reprodujo en Brasil el estilo de las casas portuguesas, prefiriendo crear una casa que correspondiera al ambiente físico brasileño y que, al mismo tiempo, atendiese a las necesidades de trabajo y personales de los residentes. Las casas-grandes eran erguidas buscando la seguridad y no la estética. Los dueños de ingenios, llamados posteriormente de señores de ingenios, se sentían inseguros con la posibilidad de ataques de los indios y de los negros, ya que esas casas representaban el poderío feudal brasileño. El señor del ingenio en su propiedad, tenía poder total sobre la vida de sus esclavos, empleados y moradores.
Por ese motivo, las casas eran construidas con bases profundas utilizando aceite de ballena y gruesas paredes de taipa (barro amasado para llenar los espacios creados por una especie de rejas de palos, varas o bambus); piedra y cal; techo de paja, tejas con el máximo de inclinación para servir de protección contra el sol fuerte y las lluvias tropicales; piso de tierra o revestimiento de madera; pocas puertas y ventanas y porches en frente y a los lados. Todavía esas casi fortalezas, hechas para durar siglos, no serian suficientes para impedir que aún “en la tercera o cuarta generación”, comenzaran a desmoronarse por falta de conservación.
Estudiosos en arquitectura consideran posible que las casas-grandes hayan asimilado elementos típicos de las habitaciones indígenas, como los grandes espacios sin división, semejante a las casas colectivas de los indios. La casa-grande, a demás de fortaleza, sirvió de escuela, enfermería, harén, hospedería, y fue también banco, pues dentro de sus paredes o en el piso, se guardaban y enterraban dinero, joyas y oro. Hasta en las capillas se dejaban joyas decorando los santos (en aquella época los ladrones no se atrevían, por lo menos no tanto cuanto los de hoy, a entrar en las capillas para robar los santos).
Otra particularidad de las casas-grandes era la costumbre de enterrar sus muertos dentro de las capillas, que a partir del siglo XVIII, principalmente en Bahia y en Pernambuco, pasaron a ser construidas como una especie de anexo a la casa. En algunas había hasta un acceso privado para los familiares del señor del ingenio. Un ejemplo de ese tipo de construcción era la casa-grande del ingenio Poço Comprido, en la Mata Norte de Pernambuco.
Los santos eran considerados parte de la familia, tanto como los familiares muertos. En muchas casas-grandes se conservaban los retratos de los familiares muertos en el santuario, entre las imágenes de los santos. Es interesante observar que algunas iglesias resistieron más a la acción del tiempo de que algunas de las casas-grandes, como fue el caso de la capillita de São Mateus del Ingenio Massangana, donde Joaquim Nabuco vivió ocho años de su infancia.
En ocasión de las conmemoraciones del Año Internacional Joaquim Nabuco (2010), la casa-grande y la capilla del Ingenio Massangana, que se transformó en el Centro Cultural Ingenio Massangana, situado en el Km 10, de PE 60, municipio de Cabo de Santo Agostiño, Pernambuco, fueron restauradas y abiertas a la visita pública de lunes a viernes de 8:00 a 12:00 y de las 14:00 a las 18:00.
A demás de la proximidad entre muertos y santos era común la comunicación de los vivos con los muertos. Por este motivo, las casas-grandes frecuentemente pasaban a ser consideradas mal asombradas. Con la costumbre de enterrar tesoros dentro de casa, muchas veces el señor del ingenio moría sin tener tiempo de decir adonde había escondido el tesoro. Da ahí que era común las “almas en pena” que indicaban el lugar donde habían enterrado sus (o de los otros) tesoros, que eran llamadas de botijas; otras veces, desniveles en el piso, ladrillos sueltos y otras causas, hacían mecedoras balancearse, puertas abrirse solitas, llevando a los vivos a creer que había algún alma moviéndose o usando la silla. Eran muchas las historias de apariciones.
La preocupación de los señores de los ingenios con la seguridad se fue disipando al paso de los siglos XVII y XVIII. Con la llegada de la corte portuguesa para Brasil, a inicio del siglo XIX, comenzaron los cambios en as condiciones generales de las casas-grandes. Ellas se volvieron más grandes y más lujosas, sus dueños pasaron a gastar más dinero en muebles, objetos de arte, decoración y utensilios domésticos.
En este período, el material de construcción también fue más diversificado. A demás del material ya existente, se pasó a usar también construcciones de piedras y ladrillos en las paredes; madera recubierta con tejas cerámicas en los techos; baldosas de barro y/o pisos de madera en los pisos. Se usaba también un tipo de ladrillo circular que servia para construcción de columnas para pórticos de las capillas, casas-grandes, salas de los esclavos y, eventualmente, de fabricas. Todo dependía de las condiciones financieras del señor del ingenio y de la disponibilidad de material en la región.
El inicio del uso de la máquina a vapor en los ingenios, de Bahia y Pernambuco, en 1815 y 1817, respectivamente, promovió grandes cambios, principalmente en cuanto al aumento de la producción. Todavía, por ser una inversión cara, no todos los señores del ingenio tenían disponibilidad financiera para instalar las innovaciones en sus fábricas. Como consecuencia de esto, muchos ingenios acabaron siendo incorporados por otros cuyos dueños tenían mayor poder adquisitivo. Así, un único señor de ingenio o una única familia pasó a ser propietario de varios ingenios, a través de la compra, herencia o por el matrimonio. El hecho es que el número de señores de ingenios diminuyó, pero los que sobrevivieron quedaron más ricos y poderosos.
La riqueza mudó la vida de los señores del ingenio y de sus familiares, posibilitando la construcción de nuevas casas-grandes y la reforma de otras. En este período surgieron tres tipos de casas de ingenio: el bungalow, la casa de estilo neoclásico y la cabaña. La sociedad agraria, patriarcal, esclavitud del azúcar pasó a ocupar la más alta clase social de la época. La imagen de riqueza era evidenciada a través de bonitas y confortables casas, debidamente equipadas con muebles en madera, losa de porcelana de la mejor cualidad, títulos de nobleza, escudos gravados sobre los portales y otros objetos. Las mujeres pasaron a frecuentar salones de fiestas, teatros y a viajar para la capital de la Provincia. Hijos eran mandados para estudiar a Europa.
Aún hoy pueden ser encontradas en varios estados de Brasil casas-grandes restantes de diferentes períodos de la historia de los ingenios de azúcar, principalmente a las del período áureo del ciclo del azúcar (entre los siglos XVI y mediados del XVII). En el ingenio Poço Comprido en Vicência, Pernambuco, se conserva el conjunto casa-grande y capillas con las características originales del siglo XVIII; en el ingenio Freguesia en Candeias, en Bahia, se mantiene el conjunto, casa y capilla que muestra así la riqueza de la época; en Quissamã en Rio de Janeiro, son conservados suntuosos casarones del ciclo del azúcar.
Algunas de esas casas fueron convertidas en museos que son testimonios de este largo período de la historia de Brasil. Otra opción local para conocerse un poco sobre este período es el Museo del Hombre del Nordeste de la Fundación Joaquim Nabuco en Recife, que tiene en su acervo objetos y utensilios usados en el día a día de las casas-grandes de ingenios.
Recife, 15 de abril de 2011.
(Actualizado en: 06 de octubre de 2016).
fuentes consulted
ANDRADE, Manuel Correia de. Historia das usinas de açúcar em Pernambuco. 2.ed. Recife: UFPE, Editora Universitária, 2001.
FREYRE, Gilberto. Casa-grande & senzala: formação da família brasileira sob o regime da economia patriarcal. Rio de Janeiro: José Olympio, 1975.
PIRES, Fernando Tasso Fragoso; GOMES, Geraldo. Antigos engenhos de açúcar no Brasil. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1994.
WANDERLEY, F. J. Casa Grande, Engenho e Capela: um reencontro com o passado. Revista do Museu do Açúcar, Recife, v.1, p.91-96, 1968.
cómo citar este texto
Fuente: ANDRADE, Maria do Carmo. Casa-grande (ingenio). Pesquisa Escolar Online, Fundação Joaquim Nabuco, Recife. Disponible en:<http://basilio.fundaj.gov.br/pesquisaescolar>.Acceso en: día mes año. Ej.: 6 ago. 2009.