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Cangaço

El cangaço nació en el siglo XVIII, época en que el sertão aún no había sido explorado. La expresión cangaço está relacionada con la palabra canga o cangalho: junta de madera que une a los bueyes para el trabajo. Así como los bueyes llevan el yugo para optimizar el trabajo, a los hombres que llevan fusiles a la espalda se les llama cangaceiros.

Cangaço

Artículo disponible en: PT-BR ENG

Pasado actualización: 24/02/2023

Por: Semira Adler Vainsencher - Investigador de la Fundación Joaquim Nabuco - Máster en Psicología

El bandolerismo parece ser un fenómeno universal. Es difícil encontrar un pueblo en el mundo que no haya tenido (o tenga) bandidos: individuos fríos, calculadores, insensibles a la violencia y a la muerte. Sin entrar en el fondo de las atrocidades cometidas por los colonizadores portugueses, que esclavizaron a los negros africanos y casi exterminaron a los indígenas del país, la región Nordeste de Brasil vivió un período de casi medio siglo de violencia, especialmente a finales de la década de 1870 después de la gran sequía de 1877.

 

El monopolio de la tierra y el trabajo servil, legado de las capitanías hereditarias, mantuvo siempre empobrecida a la población e impidió el desarrollo del Nordeste, a pesar de los esfuerzos de Joaquim Nabuco y de la abolición de la esclavitud. Las personas continúan siendo relegadas a la condición de objetos, cuyo mayor deber es servir a los terratenientes.


Mientras el capitalismo avanzaba en los grandes centros urbanos, en las zonas rurales persistía el atraso de la gran propiedad: la presencia del latifundio semifeudal, elemento dominante que, desde la monarquía hasta la república, se mantiene intacto en sus privilegios. Los problemas de las familias adineradas se resuelven entre ellas, sin la intervención del poder estatal, pero con la ayuda sustantiva de sus fieles subordinados: policías, delegados, jueces y políticos.


Al término del siglo XIX, los ingenios azucareros dieron paso a las centrales eléctricas, aun así, se mantuvieron las relaciones de producción precapitalistas: los trabajadores rurales se convirtieron en meros semisirvientes. El terrateniente – llamado de "coronel" - representa el árbitro social legítimo, mandando en todo el mundo (desde el cura hasta la policía), con el apoyo absoluto de la maquinaria del Estado. Por tanto, nadie se atreve a oponerse al coronel.


Es importante señalar la actuación de los jagunços (yagunzos), o esbirros de los "coroneles", aquellos asalariados que trabajaban como vaqueros, agricultores o incluso sicarios, defendiendo a capa y espada los intereses del patrón, su familia y patrimonio. 

 
En vista del sistema semifeudal de producción, la fragilidad de las instituciones responsables por la justicia, la ley y el orden, junto con la ocurrencia de grandes injusticias - homicidios de familiares, violencia sexual, robo de ganado y tierras -, además de periódicas sequías que agravaban el hambre, el analfabetismo y la extrema pobreza, los sertanejos buscaron tomarse la justicia por su mano, generando como forma de defensa un fenómeno social que propagó la venganza y más violencia: el cangaço.

 

Simultáneamente al cangaço, el fanatismo religioso y el mesianismo son otros dos elementos que aparecen en los sertões (sertones) del nordeste, como por ejemplo en Canudos (Bahía) con Antonio Conselheiro, de Caldeirão (en Chapada do Araripe, municipio de Crato en Ceará) y con Beato Lourenço y sus vestigios en Pau de Colher, Bahia. El cangaço, el fanatismo religioso y el mesianismo son episodios clave de la guerra civil Nordestina: representan alternativas a través de las cuales la población de la región puede tomar represalias por el daño sufrido, garantizar un lugar en el cielo, alimentar su espíritu de aventura y/o ganar dinero fácil.

 

La expresión cangaço está relacionada con la palabra canga o cangalho: una junta de madera que une los bueyes para el trabajo. Del mismo modo que los bueyes llevan las cangas para optimizar la labor, los hombres que llevan los fusiles a la espalda se llaman cangaceiros.


El cangaço surgió en el siglo XVIII, época en la que el sertão aún no había sido explorado. En ese momento, el bandolero Jesuíno Brilhante (alias Cabeleira) atacó la ciudad de Recife, pero fue arrestado y ahorcado. Desde Ribeira do Navio, en el Estado de Pernambuco, también aparecieron los bandoleros Cassemiro Honório y Márcula. Esta actividad se convirtió en una profesión lucrativa, emergiendo así algunos grupos que robaban y mataban en las caatingas, como Zé Pereira y los hermanos Porcino, y Sebastião Pereira y Antônio Quelé. Al principio de sus trayectorias, formaban parte de grupos armados al servicio de los poderosos coroneles.


En 1897, aparece el primer bandolero importante: Antônio Silvino. Con fama de ser un caballero, respetando y ayudando a muchas personas, actúa durante 17 años en los sertões de los Estados de Alagoas, Pernambuco y Paraíba. Es detenido por la policía de Pernambuco en 1914. Otro célebre bandolero fue Sebastião Pereira (llamado Sinhô Pereira) y que formó su banda en 1916. A principios del siglo XX, ante el poder de los coroneles y la ausencia de justicia y cumplimiento de la ley, tales individuos ingresan en el cangaço con el propósito de vengar el honor de sus familias.


Para combatir este nuevo fenómeno social, el Poder Público crea los "volantes". Los integrantes de estos cuerpos de policía se disfrazaban de bandoleros para tratar de descubrir sus escondites. En poco tiempo, fue muy difícil saber a ciencia cierta quién era quién. Desde el punto de vista de los bandoleros, eran simplemente los "monos". Estos "monos" actuaron con más ferocidad que los propios bandoleros, ocasionando un clima de gran violencia en todo el sertão del nordeste.

 

Por otro lado, la policía llama de coiteiros a todas las personas que de alguna manera ayudan a los bandoleros. También entran en esta categoría los habitantes del interior del sertão, por ejemplo, los residentes, vaqueros y criadores de ganado.


Bajo las órdenes de sus superiores, los volantes pasan a actuar como verdaderos "escuadrones de la muerte", golpeando, torturando, desangrando y/o matando a coiteiros y bandidos. Así pues, si los bandoleros al usar la violencia actúan completamente fuera de la ley, los volantes lo hacen dentro de la absoluta legalidad.


En este contexto, surge la figura del cura Cícero Romão Batista, así apodado por los fanáticos de Santo de Juazeiro, que ven en él la capacidad de realizar milagros y, sobre todo, una figura divina. Deificado en las zonas rurales del nordeste, el cura Cícero concilia intereses antagónicos y amortigua los conflictos entre las clases sociales. En medio de creencias y supersticiones, los milagros, muchas veces reducidos a simples consejos sobre la higiene o procedimientos en relación con la desnutrición, atraen grandes peregrinaciones a Juazeiro, principalmente porque sus consejos son gratuitos. Sin embargo, el Santo de Juazeiro a pesar de ser buen conciliador y una figura querida entre los bandoleros, utiliza su influencia religiosa para interceder en favor de los "coroneles", disculpándolos por la violencia e injusticias que cometieron.

 

En medio de esta agitación, aparece el más importante de todos los bandoleros y el que resiste más tiempo (aproximadamente veinte años) a la persecución policial: Virgulino Ferreira da Silva, apodado de Lampião, también llamado rey del cangaço y gobernador del sertão. Los miembros de su banda usan pelo largo, un pañuelo alrededor del cuello, numerosas joyas y una excesiva cantidad de perfume. Sus nombres y apodos son los siguientes: Antônio Pereira, Antônio Marinheiro, Ananias, Alagoano, Andorinha, Amoredo, Ângelo Roque, Beleza, Beija-Flor, Bom de Veras, Cícero da Costa, Cajueiro, Cigano, Clavel Roxo, Cavanhaque, Chumbinho, Cambaio, Criança, Corisco, Delicadeza, Damião, Ezequiel Português, Fogueira Jararaca, Juriti, Luís Pedro, Linguarudo, Lagartixa, Moreno, Moita Braba, Mormaço, Ponto Fino, Porqueira, Pintado, Sete Léguas, Sabino, Trovão, Zé Baiano y Zé Venancio, entre otros.

 

Las mujeres se unen al cangaço a partir de 1930. Todo comienza con Maria Bonita, la pareja de Lampião, y luego llegan las demás. Aunque de forma directa no entran en combate, las mujeres son colaboradoras muy valiosas, participando indirectamente en las brigadas y/o misiones más peligrosas, cuidando de los heridos, cocinando, lavando y, especialmente, amando a los bandoleros. Siempre llevan armas de cañón corto (tipo Mauser) listas para disparar en caso de que necesiten defender su propia vida.

 

Las representantes del sexo femenino contribuyen significativamente para calmar y humanizar a los bandoleros, ya sea representando un refugio seguro o actuando como un importante punto de apoyo para suplicar clemencia, además de aumentar su prudencia y limitar los desmanes relacionados con los abusos. Junto con sus compañeros, las bandoleras más famosas del grupo de Lampião, son: Dadá (Corisco), Inacinha (Gato), Sebastiana (Moita Brava), Cila (José Sereno), Maria (Labareda), Lídia, (José Baiano) y Neném (Luís Pedro).

 

Las mujeres reciben una protección paternalista de sus parejas, al igual que otras sertanejas nordestinas, pero en realidad su vida cotidiana es muy dura. Por ejemplo, llevar adelante las gestaciones en la incómoda y brutal caatinga significa un enorme sufrimiento para ellas. A veces, nada más dar a luz, tenían que caminar varias leguas para poder escapar de los volantes. Serían incapaces de sobrevivir en caso de que no tuvieran una extraordinaria resistencia física.

 

Los hombres no permiten la presencia de niños en el grupo debido a la inestabilidad y a los numerosos problemas que proporciona la vida diaria en el cangaço. Sus hijos, tan pronto nacen, se entregan a parientes que no se dedican al cangaço o se dejan con familias de curas, coroneles, jueces, militares o hacendados.

 

Vale mencionar que el uso de la ametralladora es un factor decisivo para el exterminio de la banda de Lampião, siendo que los bandoleros la intentan comprar pero sin éxito. El 28 de julio de 1938, Lampião es atacado por sorpresa en la gruta de Angico, el lugar que siempre consideró el más seguro de todos. El rey del cangaço, María Bonita y algunos bandoleros mueren rápidamente. El resto logra escapar a la caatinga. Con Lampião muere el personaje histórico más famoso de la cultura popular brasileña.


En Angicos, los muertos son decapitados por los volantes y sus cabezas son exhibidas en varios estados del Nordeste y Sur del país. Posteriormente, se exponen en el Museo Nina Rodrigues de Salvador durante aproximadamente 30 años. A pesar de haber amplias protestas, en el sentido de enterrar los restos momificados, el director del Museo - Estácio de Lima - se opone al entierro.


Tras la muerte de Lampião, Corisco intenta asumir durante dos años la posición de líder de los bandoleros. No obstante, su inteligencia y habilidades distan bastante de ser comparables a las de Virgulino.

 

El 23 de marzo de 1940, el volante Zé Rufino se enfrenta a la banda. Dadá es gravemente herida en el pie derecho y Corisco recibe un disparo en la espalda que le alcanza el vientre y le deja expuestos los intestinos. Luego, la pareja es enviada al hospital de Ventura. Debido a la gangrena, Dadá (Sérgia Maria da Conceição) sufre una amputación de la pierna derecha encima de la rodilla, pero Corisco (Cristino Gomes da Silva Cleto) no resiste a las heridas y fallece el mismo día.

 

El fiel amigo de Lampião es enterrado en el cementerio de la ciudad de Miguel Calmon en Bahía, el 23 de marzo de 1940. Diez días después, su cadáver es exhumado: le cortaron la cabeza y el brazo derecho, siendo que estas partes también se exhibieron en el Museo Nina Rodrigues.


En esa época, el cangaço ya estaba en plena decadencia, muriendo con Lampião el último líder de este fenómeno social. Los bandoleros que son detenidos y cumplen condena logran reintegrarse en la sociedad. Algunos de ellos, son: José Alves de Matos (Vinte e Cinco), Ângelo Roque da Silva (Labareda), Vítor Rodrigues (Criança), Isaías Vieira (Zabelê), Antônio dos Santos (Volta Seca), João Marques Correia (Barreiras), Antônio Luís Tavares (Asa Branca), Manuel Dantas (Candeeiro) y Antenor José de Lima (Beija-Flor), entre otros.


El 6 de febrero de 1969, después de décadas de protestas por parte de las familias de Lampião, Maria Bonita y Corisco, por orden del gobernador Luís Viana Filho y en cumplimiento del código penal brasileño que impone el debido respeto a los muertos, las cabezas de Lampião y Maria Bonita son enterradas en el cementerio de Quinta dos Lázaros en Salvador. El 13 de febrero del mismo año, el gobernador también autoriza la inhumación de la cabeza y el brazo de Corisco, además de las cabezas de Canjica, Zabelê, Azulão y Marinheiro.

 

Finalmente, se recoge la información sobre antiguos bandoleros que se reintegran a la sociedad. Habiendo huido a São Paulo tras combatir en la gruta Angico, Criança adquiere su propia casa y una tienda de comestibles en esa ciudad, se casa con Ana Caetana de Lima y tiene tres hijos: Adenilse, Adenilson y Vicentina.

 

 

Zabelê vuelve a la roza al igual que Beija-Flor. Siguen siendo pobres, analfabetos y desamparados. Candeeiro continua por  el mismo camino, pero logra aprender a leer y escribir.

 

Vinte e Cinco trabajará como funcionario del Tribunal Eleitoral de Maceió, se casa con la enfermera Maria de Silva Matos y tiene tres hijas: Dalma, Dilma y Débora.

 

Volta Seca pasa un largo periodo en prisión, en la penitenciaría Feira de Curtume en Bahía. Inicialmente, es condenado a una pena de 145 años, luego fue conmutada a 30 años. En cambio, gracias al indulto del presidente Getúlio Vargas en 1954, cumplió una condena de 20 años. Se casa, tiene siete hijos y es contratado como guardafrenos en la Estrada de Ferro Leopoldina (Ferrocarril de Leopoldina).


También conocido como Anjo Roque, Labareda logra trabajo en el Conselho Penitenciário de Salvador, se casa y tiene nueve hijos.

 

Y, por intrigante que parezca, el exbandolero Saracura se convierte en empleado de dos museos, el Nina Rodrigues y de Antropología Criminal, los mismos que expusieron las cabezas momificadas de sus antiguos compañeros de lucha.

 

 

Recife, 30 de octubre de 2006.

fuentes consulted

CHANDLER, Billy Jaynes. Lampião, o rei dos cangaceiros. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1981.

CARVALHO, Rodrigues de. Lampião e a sociologia do cangaço. Rio de Janeiro: Gráfica Editora do Livro, 1977.

FACÓ, Rui. Cangaceiros e fanáticos: gênese e lutas. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1963.

LIMA, Valdemar de Souza. O cangaceiro lampião e o IV mandamento. Maceió: Serviços Gráficos de Alagoas, 1979.

LUNA, Luiz. Lampião e seus cabras. Rio de Janeiro: Editora Leitura, 1963.

MACHADO, Maria Christina Russi da Matta. Aspectos do fenômeno do cangaço no Nordeste brasileiro. São Paulo: [s. n.], 1974. (Coleção da Revista de História sob a direção do Professor Eurípedes Simões de Paulo).

MACIEL, Frederico Bezerra. Lampião, seu tempo e seu reinado. Petrópolis, RJ: Vozes, 1987.

MELO, Frederico Pernambucano de. Quem foi Lampião. Recife/Zurich: Stahli, 1993.

OLIVEIRA, Aglae Lima de. Lampião, cangaço e Nordeste. Recife: Edições O Cruzeiro, 1970.

SILVA, Manuel Bezerra e. Lampeão e suas façanhas. Recife: Companhia Editora Nacional, [1966].

cómo citar este texto

VAINSENCHER, Semira Adler. Cangaço. In: Pesquisa Escolar. Recife: Fundação Joaquim Nabuco, 2006. Disponible en:https://pesquisaescolar.fundaj.gov.br/es/artigo/el-cangaco/. Acceso el: día mes año. (Por Ej.: 6 ago. 2020.)