Cuando los primeros Europeos llegaron al territorio brasileño, a inicio del siglo XVI, varios grupos indígenas ocupaban la región Nordeste. En el litoral, predominaban las tribus de tronco lingüístico tupi, como os Tupinambás, Tabajaras los Caetés, los más temibles. No interior, habitaban grupos dos troncos linguísticos Jê, genéricamente denominados Tapuias.
Como en otras regiones brasileñas, la ocupación del territorio en Pernambuco comenzó por el litoral, en las tierras apropiadas para la agroindustria de azúcar, donde los indígenas eran utilizados por los portugueses como mano de obra esclava en los ingenios y en las plantaciones, especialmente por parte de aquellos que no disponían de capital suficiente para comprar esclavos africanos.
Después de un período de paz aparente, los indios reaccionaron a ese régimen de trabajo a través de hostilidades, asaltos y devastaciones de ingenios y propiedades, realizados principalmente por los Caetés, que ocupaban la costa de Pernambuco.
La guerra y la persecución de los portugueses se volvieron sistemáticas, haciendo con que los indios sobrevivientes tuvieran que emigrar para lejos de la costa. Sin embargo, la ganadería llevó a los colonizadores a ocupar tierras en el interior del Estado, continuando así los conflictos.
Las relaciones entre los criadores de ganado y los indios, sin embargo, eran mucho menos hostiles que con los señores del ingenio, pero la Sobrevivencia de las tribus, que no se refugiaban en locales remotos, solo era posible cuando atendían los intereses de los criadores y no era asegurada a los indígenas la pose de sus tierras.
Durante los dos primeros siglos del Brasil Colonia, las misiones religiosas jesuitas eran la única forma de protección con que los indios contaban. Con la expulsión de los jesuitas, en 1759, las aldeas permanecieron bajo la orientación de otras ordenes religiosas, siendo entregues, posteriormente, a órganos especiales, pero las explotaciones e injusticias contra el pueblo indígena continuaron.
Se sabe, a través de algunas fuentes, que en los siglos XVIII y XIX una cantidad indeterminada de indios fue para aldeas en el territorio pernambucano, pero aparentemente no hay registros de su procedencia.
Existían las aldeas de los Garanhuns, cerca de la ciudad del mismo nombre; de los Carapatós, Carnijós o Fulni-ô, en Águas Belas; de los Xucurus, en Cimbres; de los Argus, espajados de la sierra de Araripe hasta el río São Francisco; de los Caraíbas, en Buena Vista; del Limoeiro en la actual ciudad del mismo nombre; las aldeas de Arataqui, Barreiros o Umã, Escada, de la tribu Arapoá-Assu, en las márgenes de los ríos Jabuenatão y Gurjaú; la aldea de Brejo de los Padres, de los indios Pankaru o Pankararu; aldeas en Taquaritinga, Brejo da Madre de Deus, Caruaru y Grabatá.
En el siglo XIX, la región del actual municipio de Floresta y diversas islas del río São Francisco se destacaban por el gran número de aldeas, donde habitaban los indios Pipiães, Avis, Xocós, CaratYos, Vouvês, Tuxás, Aracapás, Caripós, Brancararus y Tamaqueús.
El desaparecimiento de la mayoría de las tribus se debe a las diversas formas de alienación de tierras indígenas en el Nordeste o de la resolución del Gobierno de extinguir las aldeas existentes.
De los grupos que poblaron Pernambuco, salvo algunos sobrevivientes, poco se sabe. El hecho de los indios no poseer un lenguaje escrito, dificultó mucho la transmisión de las informaciones.
Existen legalmente en Pernambuco, siete grupos indígenas: los Fulni-ô, en Águas Belas; los Pankararu, en los municipios de Petrolândia y Tacaratu; los Xucuru, en Pesqueira; los Kambiwá, en Ibimirim, Inaya y Floresta; los Kapinawá, en Buíque los Atikum, en Carnaubeira da Penha y los Truká, en Cabrobó. Esos tres últimos grupos fueron identificados más recientemente.
Después de haber pasado por una serie de cambios ambientales y culturales, esos indios consiguieron sobrevivir y, a pesar de haber establecido contacto con los no indios, algunos aún conservan, aunque precariamente, trazos de su tradición.
Todos se auto identifican como indígenas y poco se diferencian unos de los otros racial o culturalmente. Debido a la fuerte mezcla con blancos y negros, su apariencia física perdió la identidad.
Son indios aculturados, pero que mantienen su sociedad a la par. Las tradicionales figuras del cacique y del chamán, aún sobreviven en todos los grupos, así como el toré es bailado en todas las comunidades, no apenas como diversión, pero también en la transmisión de trazos culturales. Con excepción de los Fulni-ô, ninguno de los grupos conservó el idioma tribal.
El indio tuvo una grande influencia en la formación étnica, en la cultura, en las costumbres y en la lengua portuguesa hablada en Brasil. En Pernambuco, palabras como Gravatá, Caruaru, Garanhuns y barrios de Recife con Parnamirim y Capunga, están asociados a antiguos locales de vivienda indígena.
Actualmente, los principales problemas enfrentados por los grupos indígenas pernambucanos son los conflictos entre fracciones rivales de la tribu Xucuru; la influencia del tráfico de drogas entre los Truká y la invasión de tierras pertenecientes a los Fulni-ô.
Pernambuco es el cuarto Estado de Brasil en número de indígenas.
Recife, 19 de agosto de 2003.
fuentes consulted
CAVALCANTE, Simone. Ouricuri: o mistério Fulni-ô. Brasil Indígena, Brasília, D.F., ano 2, n. 11, p. 18-19, jul./ago. 2002.
AS COMUNIDADES indígenas de Pernambuco. Recife: Instituto de Desenvolvimento de Pernambuco-Condepe, 1981.
SÁ, Marilena Araújo de. "Yaathe" é a resistência dos Fulni-ô. Revista do Conselho Estadual de Cultura, Recife, Ed. especial, p. 48-54, 2002.
SOUZA, Vânia Rocha Fialho de Paiva e. As fronteiras do ser Xukuru. Recife: Fundaj. Ed. Massangana, 1998.
cómo citar este texto
Fuente: GASPAR, Lúcia. Indios en Pernambuco. Pesquisa Escolar Online, Fundação Joaquim Nabuco, Recife. Disponível em: <http://basilio.fundaj.gov.br/pesquisaescolar>. Acesso em: dia mês ano. Ex: 6 ago. 2009.